Razones que explican la resistencia de los soldados ucranianos

«Qué buen vasallo si tuviera buen señor» – cantar del Cid

«No sentía ningún deseo de regocijarme por la caída de un enemigo que había luchado tanto tiempo y valientemente, y había sufrido tanto por una causa, aunque esa causa era, creo, una de las peores por las que un pueblo había luchado, y una para la que no había la menor excusa.” –  Ulysses S. Grant, Memorias.

 

En respuesta a un comentario he escrito una respuesta extensa que publico aquí,

¿ Por qué los soldados ucranianos se hacen matar por una causa innoble y además perdida? ¿Por qué la resistencia es tan obstinada a pesar del castigo que sufren ?

Cita:

«Dado el informe que incluye usted relativo a la moral y estado de las tropas ucranianas, que presenta porcentajes y otras características, ¿cómo es posible que en algunas zonas sea tan encarnizada la resistencia?

A tenor de lo que he leído, no se trata ya de un ejército, el ucraniano, tocado, sino que debería estar en franca desbandada. Es cierto que cada vez son más quienes se rinden, los hay que incluso se pasan al ejército ruso – me encantaría que añadiera usted alguna reflexión personal al respecto. ¿Hijos pródigos? Es un dato muy interesante-, pero, sin embargo, la guerra sigue ahí, palpitando.

Le ruego que aclare esto. Para mí, ignorante de los asuntos militares, esto es un enigma.

También me gustaría saber qué va a significar para el conjunto de la campaña la toma de Krasny Liman, qué representa esta ciudad.»

 

La pregunta que me hace daría para una extensa respuesta y tendría que citar de los libros «On killing» de Dave Grossman de psicología militar y el de «Forward into battle» de Paddy Griffith de tácticas de batalla  para explicarlo en detalle. La explicación es una mezcla de factores psicológicos. Intentaré resumir:

Psicología de combate. Los bombardeos, el fuego, desmoralizan, pero es el choque lo que hace que el enemigo rompa filas y huya. Ya sea la carga a la bayoneta después de la descarga de fusilería, como en las guerras napoleónicas, o el asalto con granadas de mano en la guerra de trincheras, o el pánico ante la aparición de los tanques.

En resumen, los bombardeos se soportan con resignación por ser una fuerza impersonal. Es la percepción personal de sentir al enemigo cerca, de que hay un hombre que trata de matarte a ti personalmente la que evapora el valor y activa el reflejo de huida. Es una cuestión de cálculo de probabilidades y percepción de la amenaza. El sentir que un enemigo te está apuntando y te está disparando, el sentir las balas zumbando cerca, la perspectiva de que te claven dos palmos de acero en las tripas, o la posibilidad de ser hecho prisionero la que induce a la retirada o la huida.

En la psicología de combate también está la furia que sigue a un bombardeo, el instinto de venganza por el sufrimiento pasado que se desquita disparando contra la infantería enemiga, y el instinto territorial de aferrarse a una posición.

Los ucranianos en general no se rinden por una serie de factores: uno, como no se cansan de señalar sus adversarios, porque también son rusos, estoicos y valientes. La principal es que la mayoría de los soldados, al menos los que estaban en filas al entrar Rusia en la guerra este año, son profesionales voluntarios y veteranos imbuidos de fanatismo tras ocho años de adoctrinamiento y deseos de venganza tras la derrota de 2014 y de ver a muchos camaradas morir o ser heridos y el embrutecimiento causado por la guerra. Hay muchos soldados que son fanáticos o adictos a la guerra, sin ser psicópatas violentos, que siempre los hay.

Una muy importante y que se pasa por alto son las drogas. En 2014 costaba creerlo, pero ahora está confirmado de sobra. Los nazis de Mariupol estaban colocados hasta las cejas de metanfetaminas, el Captagon de la guerra de Siria, en Azovstal todavía tenían municiones y provisiones, pero se les acabaron las drogas.

Otra razón muy importante es la ignorancia y la propaganda, aislados en las trincheras sin móviles ni internet, la tropa no es consciente de lo mal que va la guerra y lo desesperado de su situación. Son tantas las razones que pasaba por alto una motivación muy poderosa: el miedo al castigo. Los batallones nazis y gran parte de los soldados regulares han cometido crímenes de guerra y saben que no pueden esperar cuartel. Incluso los no comprometidos son conscientes de las atrocidades que han perpetrado los soldados ucranianos con los prisioneros rusos y temen la venganza rusa, pues sus mandos y la propaganda les adoctrinan con la idea de que los rusos son crueles y torturan a los prisioneros, ya se ha mencionaba en entradas anteriores, o en los informes del frente de Izyum, los rusos estaban desconcertados porque los prisioneros estaban aterrados y gimoteaban suplicando piedad.

Finalmente incluso los soldados más listos, sensatos, menos comprometidos y con un apropiado sentido de autoconservación son mantenidos a raya por el terror. La propuesta de la Rada de aprobar las ejecuciones sumarias no es más que la sanción a posteriori de lo que ya ocurre en el frente. Desde el primer día de la ofensiva rusa abundan los informes de soldados del ejército a los que los de los batallones nacionalistas disparan por la espalda si intentan rendirse. Y no hay que olvidar que muchos son gente madura con familias y que temen represalias contra sus familiares.

Y finalmente, aunque la mayoría de la tropa sea una masa inerte de ovejas llevadas al matadero, por las razones que sean hay una minoría de soldados dispuestos a luchar hasta la muerte que arrastran al resto. Y para luchar en una guerra de posiciones en defensa con esos pocos basta, porque la defensa se basa en la artillería y las ametralladoras y los misiles antitanque. Los artilleros no sufren en tal alto grado la desmoralización de la infantería y mientras puedan seguir sirviendo las piezas, tengan munición y no se vean obligados a retirarse, su fuego de barrera contribuye más que cualquier otra cosa a rechazar los ataques, y en última instancia el avance de la infantería siempre se ve detenido mientras haya ametralladoras enemigas disparando. Para los estudiosos de la Primera Guerra Mundial es bien conocido el hecho de que el ejército alemán estaba desmoralizado en agosto de 1918, pero los avances aliados de los últimos Cien Días se veían frenados por la resistencia que oponían las ametralladoras alemanas, servidas por hombres escogidos y motivados, que tampoco esperaban cuartel, aunque el resto de la infantería se mostrara apática y se rindiera en cuanto tenía oportunidad. Al respecto recomiendo «Machineguns and the Great War» de Paul Cornish. También muy recomendable «Trench warfare 1850-1950» de Anthony Saunders. Cito estos libros porque los he leído en los últimos meses, y estar disponibles en internet, pero cualquier estudioso de temas histórico militares conocerá lo expuesto por diversas fuentes. Como he dicho en comentarios anteriores, se puede ahorrar los estudios pioneros de DuPicq y SLA Marshall, y los hay mejores que «Face of battle» de Keegan, ya superado.

Otro factor que se me ha olvidado, es que a diferencia de las guerras del siglo XX, la proliferación de armas automáticas, en la forma de fusiles de asalto, hace de multiplicador de fuerza. Un puñado de soldados con Kalashnikovs tiene una potencia de fuego mayor que una compañía entera con fusiles de cerrojo.

Y por último, pero no menos importante, en esta guerra no hay el obstáculo de las alambradas, pero sí el de las minas, tanto antipersonal como antitanque, que son sembradas con profusión. No son los «jardines del Diablo» del desierto en la SGM, ni los cinturones defensivos de Kursk, no son obstáculos infranqueables pero sí suponen un estorbo y causa de demoras, así como las trampas explosivas. Los zapadores rusos y de las milicias siempre están ocupados.

Los que se pasan, unos son «leales geográficos», reclutas a la fuerza pro-rusos, pero también combatientes ucranianos antaño motivados como los paracaidistas que se pasaron ayer, que han quedado desmoralizados por las pérdidas sufridas y esperan un trato mejor si se entregan con armas que simplemente si son capturados. Y otros simplemente oportunistas y chaqueteros que ven que la guerra está perdida. Con esa astucia y maña que tienen los ucranianos para cualquier negocio turbio, en canales ucranianos se quejan de las mafias de «coyotes» que cobran dinero para que los soldados puedan pasarse a los rusos sin peligro en un lugar y tiempo acordados. Es decir, hay oficiales y sargentos que no sólo venden armas al enemigo, si no que facilitan a sus soldados el pasarse por un precio. En Ucrania las vidas son una mercancía más. Ya sé que parece algo propio de la picaresca militar de la Guerra de los 30 Años, pero así es.

Por último, tras revisar este escrito he recordado algo que es la maldición de las estadísticas y los análisis, los sesgos que distorsionan la muestra observada y las conclusiones. Las tropas ucranianas que se hallan en el campo de batalla no son representativas de la actitud del ucraniano promedio, tienen un sesgo muy importante. Al frente sólo van los convencidos y los convictos. No es sólo una frase, el régimen ucraniano también ha sacado presidiarios de las cárceles para enviarlos a luchar, o ha entregado armas a todo el que las pidiera, como pasó en Kiev y los miles de «babuinos con armas automáticas».

Como ya se vio en 2014-2015 del 80% al 90% de los reclutas llamados a filas son refractarios a la conscripción, paradójicamente, el porcentaje es mayor en las regiones rúsofobas y nacionalistas del Oeste. Odian a Rusia, sí, pero al ser enviados al frente en el Este los ucranianos se sienten en tierra extranjera y que luchan en una guerra que no es la suya. Pasó en 2014, cuando el mando ucraniano recurrió a los «occidentales» pensando que tendrían menos reticencias a disparar contra los «rusos», y ahora cuando se envían a los territoriales de Lvov al frente a tapar brechas.

En resumen, el que no quiere luchar, se esconde o huye del país. Si la composición de los soldados fuera representativa de la sociedad, y sobre todo, si los mandos y oficiales no fueran esbirros de una dictadura que sacrifica a sus soldados como peones, la voluntad de lucha sería mucho menor y las rendiciones en masa mucho más frecuentes.

Como es una guerra «a distancia», sin asaltos en masa de infantería, es difícil rendirse. Los tanques no hacen prisioneros si no que disparan a todo lo que asoma. Franquear el espacio entre las posiciones, cruzar «la línea invisible entre los dos bandos, como la que separa a los vivos de los muertos» en cita de Tolstoi, es más complicado que en guerras pasadas, a lo que se suma el obstáculo de las minas, la incertidumbre sobre su situación hacen muy arriesgado intentar llegar a las posiciones de los rusos. Pasarse al enemigo es un acto de valor o de desesperación.  El que no quiere luchar ya ha aprovechado las oportunidades de desertar de camino al frente.

 

Krasny Liman en sí no es importante ni valiosa, es una operación de limpieza de la última posición importante que les quedaba a los ucranianos al norte del río Seversky Donetsk. Tampoco es que vaya a ser una gran victoria porque sólo quedaban mil soldados ahí dentro, aunque sospecho que quizá haya más. La importancia es que una vez fijada la línea siguiendo el curso del río, los rusos pueden retirar tropas de la mayoría de sectores, porque no corren peligro de contraataques ya que para los ukros es muy difícil franquear el río, y concentrarlas en el punto deseado para establecer cabezas de puente al otro día, mientras que los ucranianos se ven obligados a estirar sus fuerzas a lo largo de todo el río porque no saben dónde caerá el golpe. Así, un obstáculo geográfico que es el foso del río, aparentemente ventajoso, se convierte en una desventaja para el defensor.

La idea generalmente aceptada es que estar en un saliente es malo para el defensor, porque sus posiciones son batidas en fuego cruzado desde los flancos y siempre está amenazado de cerco. Pero también tiene sus ventajas de la maniobra por líneas interiores, que no es el caso por la incapacidad de maniobrar de la Ukrowehrmacht ante la supremacía aérea rusa, y el hecho geométrico de que las líneas del que envuelve el saliente son más largas y requieren más tropas para mantenerlas. Así que la eliminación de bolsas y salientes al acortar el frente beneficia más al atacante que al defensor.